25.4.08

MEMORIAS INTENSAS - Minipresentación, edición #52

(...)
Perfume silvestre
de mangos maduros,
¿por qué me recuerdas
su seno desnudo?

—Rogelio Sinán, Balada del seno desnudo



En la vida y en los sueños el tiempo sucede solamente en la memoria. Sucesión de percepciones, en un año o en la vida no habría historia sino fuera por que podemos recordar parte de esa procesión continua de conversaciones, escenas, bailes, comidas, golpes que nos da la vida, besos, delicadas texturas y todo tipo de alegrías y amarguras. Todas esas cosas que hacen que ese fenómeno increíble de la naturaleza que somos cada uno valga la pena. Historia personal o universal. El universo entero existe solamente porque podemos recordarlo. Y algunas pocas veces, inventarlo.

Y es que la memoria de lo vivido y la de lo soñado es la misma. En el presente, que es cuando los recuerdos importan, da igual el sabor del mango soñado que el gusto, el aroma delicado de ese fruto único que algunas vez probamos y se nos quedó grabado eternamente. O al revés, buscamos esa pieza deliciosa, ese pedazo perfecto de universo idealizado que sólo hemos conocido inventando en nuestra memoria un recuerdo que no tenemos, pero deseamos, y que nos empuja poderosamente a hacer lo que sea necesario para tener. La realidad y la ficción tienen igual peso en nuestra mente. Y el futuro lo trabajamos empujados por la fuerza de ese recuerdo, igual soñado que vivido. Y la literatura es la herramienta que sirve para transmitirlos con precisión de persona en persona.

Siendo así, les confieso, que este último año ha sido uno de los más intensos en mi memoria. Intenso por cómo he vivido los días y las noches que me han tocado, pero sobretodo por las 52 semanas que pasé leyendo y compartiendo con ustedes una parte de los muchos fragmentos de universos personales que casi 150 escritores me enviaron a lo largo del año. Fragmentos de realidad que han pasado a ser parte del patrimonio de mis recuerdos y del vigoroso empuje que me lleva a buscar a inventar el futuro aún por vivir.

Y hoy estoy doblemente feliz, pues además de celebrar con la edición que cierra un año de miniTEXTOS.org, en Panamá es el Día del Escritor y fecha en que recordamos el natalicio de Rogelio Sinán, una de las figuras más destacadas de la literatura panameña.

En medio de esta celebración especial, satisfecho (momentáneamente) con todas las piezas de ficción y poesía que hemos compartido a lo largo de este año, les dejo con la edición #52 de miniTEXTOS.org, con un poema excepcional de Conny Palacios y cuatro relatos muy breves de Francisco Restom Bitar, José Córdova, Eduardo Soto y Manuel Orestes Nieto. Edición de aniversario, edición especial desde la que los invito a degustar todas las anteriores.

JLRP, editor
www.minitextos.org

QUEJA - Conny Palacios

El viento borracho de sol
irrumpió en mi isla este mediodía
enredó mi pelo con sus largas manos,
delineó mi rostro con sus finos dedos,
levantó mi blusa,
y con un soplo de su boca
me sentó en la arena.
Después agachándose
desató mis sandalias...
Le reclamé su atropello
y ni siquiera tuvo la gentileza
de darme una excusa.
Me dio la espalda
y con su alta desnudez a cuestas
se internó por la mar.
No satisfecho de su rudeza
regresó por la tarde,
pero ahora venía ebrio
de lejanías y soledades.
Retornaba con un fuerte aliento
a resaca y con olor a algas.
Venía llamándome
con la voz alucinada
de los marineros extraviados,
pero venía también
con las manos llenas
de miel y frutas...
Me invitó a tenderme en la arena,
pero no pude amarlo,
ni restañar su cansancio,
ni llenar su vacío,
ni abrazar su desamparo...
Oh Ulises,
porque llevo tu imagen
detenida
en mis pupilas.


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© 2008, Conny Palacios
Tomado de "Percepción fractal" (PAVSA, Managua, 1999)
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LA FIESTA - Manuel Orestes Nieto

La fiesta del viernes por la noche terminó como siempre. Los amigos se fueron bamboleando y ellos apagaron las luces.

El cubito de hielo, aún flotando en un dedo de ron, le dijo a la colilla de cigarrillo:

—¿Te diste cuenta? Toda la noche hablando de lo mismo. Todos los viernes repitiendo las mismas tonterías. Siempre los mismos chistes malos.

Y ella, sin comentarios, aburrida hasta el filtro, le dijo:

—¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta, nos divertimos un poco y salvamos el resto de la noche?


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© 2008, Manuel Orestes Nieto
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
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EL BILLETE GANADOR - Eduardo Soto

Conducía por Calidonia el auto que le debo al banco, y la he visto. Se bajaba por el lado del conductor de un carro doble tracción color champaña, con rines de lujo y tres hileras de asientos forrados con piel. Iba dentro de una blusita rosa y un diablo fuerte ceñido que, obsequioso, exponía al escrutinio público una carnalidad preciosa, firme y líquida a la vez, con unas joyas imperiales que hace treinta años no tenía. Se veía como una mujer hecha y derecha, de esas que no tienen prisas porque ya aprendieron a conjurar el incendio del volcán despierto que se agita en sus profundidades, y que sólo se desata en estropicio cuando ellas dan la voz de mando.

Llevaba el cabello recogido, lo que me permitió volver a mirar el cuello blanco y largo de otros tiempos, que ponía tenso cuando yo la aferraba para besarla a la fuerza, siendo entonces una niñita que todavía no soñaba con poseer el don de malabarista que se necesita para manejar el par de tacones que, esa tarde cuando la he visto, le hacían ver muchas pulgadas más alta de lo que realmente es.

"¡Cómo has cambiado, mujer!", dije en voz baja, pero con el tono de grito íntimo que tienen las lamentaciones cuando perdemos en la lotería. Y así fue que me sentí, un perdedor, y paso a explicar por qué.

Ella y yo fuimos lo que siendo púberes llamamos "novios", del tipo que surge en la escuela, cuando empiezan a gustarnos las chicas al mismo tiempo que nos molestan los pelos que aparecen como hierba mala por todo el cuerpo, cuando nos cambia la voz, y una y otra vez despertamos húmedos y verticales en las mañanas, mientras nos rehusamos a dejar las pistolas de salva, los trenes de juguete, y los muñecos G.I. Joe del vecino.

En ese tiempo la niña era flaca y bastante fea. Por eso aquel noviazgo para mí era temporal, como un diente de leche, que usaba para llegar a otra chica, una muchachota de cabellos largos y figura exuberante y salvaje que a todos nos traía locos. La flacucha me sirvió para obtener información estratégica sobre el objetivo: sus puntos débiles y sus fortalezas, sus gustos y fobias, virtudes y defectos y, por fin, el número de teléfono. Cuando tuve lo que quería, eché a un lado a la ingenua y pálida, de dentadura irregular atenazada con alambres, siempre aprisionada en aquella falda larga de convento, con voz de pajarita y ojos tristes que no hacían otra cosa que mirarme con boba languidez (en esos días yo era algo atlético, y mis buenas notas me tenían en posición privilegiada con algunas niñas). Le dije sin tapujos que me harté y que por favor no me llamara más. Hasta el sol de hoy ha sido así.

En aquellos días, cuando gocé con ser perverso y corrupto en los asuntos del corazón, cual político o empresario de hoy que usa la felicidad de otros como moneda de cambio para colmar sus voracidades, no me imaginé que ella se convertiría en el sol que vi aquella tarde. Nunca creí que debajo de la piel de esa chiquilla sin gracia se escondía semejante lindura, que esperó a que diera la espalda para salir a la luz, y vino a toparse conmigo una treintena de años después, provocándome el dolor de pecho que agobia a quienes, después de los sorteos de la lotería, se dan cuenta que tuvieron el billete ganador en sus manos, y lo desecharon en un repentino acceso de idiotez.


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© 2008, Eduardo Soto
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EL TATUAJE - José Córdova

La mulata francesa Claris se hace tatuar una pistola en cada nalga bien nutrida. Siguiendo el ritual de la bruja grande de Bocas del Toro, ya que así estaría protegida del violador en serie, y en serio, que estaba acabando con blancas, indias, mulatas y mestizas.

Al ser atacada en playa solitaria, a la luz de la luna cómplice, se defendió quitándose rápidamente el bikini. La policía se asombró de la fácil muerte del antisocial y siguen sin localizar el arma homicida.


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© 2008, José Córdova
Tomado de "2 veces breve dos" (Santiago, Chile, 2008)
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FANTASMAS EN APURO - Francisco Restom Bitar

Desesperada, Paloma del Carmen Zarzamorano y sus dos pequeñas hijas lloraban al borde del puente, mirando hacía el caudaloso río, mientras los rescatistas buscaban con afán el cuerpo de Aureliano de la Cruz Trespalacios, amante esposo y padre que había sufrido un accidente mortal.

Ochenta y tres horas después de vana búsqueda, el cuerpo de bomberos solo había podido rescatar la vieja Harley-Davidson que Paloma del Carmen odiaba, porque en el fondo de sus grandes ojos azul turquesa su cerebro la proyectaba como una mujer toda vestida de negro, volando acaballada con su marido en el vehículo aquel, haciendo más ruidos que los cielos atronadores del invierno.

El jefe de bomberos y otros socorristas, en operaciones arriesgadas, emplearon toda su pericia y equipos técnicos disponibles para peinar el área varias veces en búsqueda del fenecido Aureliano de la Cruz, hasta que suspendieron con resignación la fatigosa tarea, cuyos costos afectaron las escuálidas arcas del municipio.

Desde ese día, Paloma del Carmen guardó luto riguroso por la muerte de su amado.

En la oscuridad de la trigésima noche del nefasto suceso, la mujer se retiró a su habitación para entregarse a sus pesadillas de entierros fúnebres, cuando de repente se le apareció a pocos pasos un fantasma de saco y corbata que le hablaba con una voz que a ella le pareció de ultratumba, haciéndole ademanes indescifrables. La mujer gritó aterrorizada, invadiendo la casa con su miedo, pero el fantasma le suplicó que guardara silencio, identificándose como Aureliano de la Cruz que regresaba para reencontrarse con su familia a disfrutar de la paz de su dulce hogar.

Arrepentido de haber engañado a su mujer, y para justificar su súbita desaparición, le contó a la ofendida, con voz quebradiza, una historia extraña de espíritus malignos que los mantuvo insomnes hasta las seis de la mañana.

Su elocuencia estaba a punto de superar la inteligencia de un corazón enamorado cuando a sus manos llegó la nota del cobro de los gastos malversados en la infructuosa búsqueda de un cadáver que nunca existió, mientras la supuesta víctima disfrutaba de una opulenta luna de miel en los carnavales de Río de Janeiro con Marie, la rubia esposa del condecorado bombero Mayor, quien había desaparecido de Pueblo Grande la misma tarde del terrible accidente de Aureliano de la Cruz Trespalacios.

A Marie, contra lo planeado, se le habían cruzado los cables de la cordura en Copacabana, abandonándose al desenfreno y a la frenética danza de la lambada, con un mulato carioca en una escola de samba, por el que abandonó a Aureliano en plena farsa carnavalera.

Contrito, le pide perdón a su mujer y le jura que en Brasil ya está disponible la droga Unasolamina, de reciente aparición, de la cual se asegura que es capaz de bloquear la acción de los genes que predisponen a los hombres a ser infieles y actuar contra los elevados niveles de testosterona que hace a los varones muy vulnerables a las insinuaciones sexuales; que la mencionada droga modifica las costumbres de apareamiento de los promiscuos, asegurando una relación de por vida con una única pareja. Y, para obtener el perdón y recuperar a su familia, el Casanova descubierto jura a su mujer que está dispuesto a someterse al tratamiento para evitar caer en tentación de furtivos amores.

Pero quizá Aureliano de la Cruz Trespalacios nunca podrá cumplir el juramento. Al frente de su casa, una fría pistola Mágnum 9 milímetros permanece cargada y lista en las manos de un enfurecido cornudo de uniforme y medallas, que ha venido siguiendo la figura conocida, ahora esperando ansiosa que le aprieten el gatillo, tan pronto el infiel se asome a la ventana.


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© 2008, Francisco Restom Bitar
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